Sí, debe de ser cierto. Uno traspasa la frontera de los cuarenta y ¡oye, que comienzan a suceder cosas en tu interior y en tu exterior que antes ni existían! Y cuando llegas a los cincuenta…no entremos en detalles.
Las externas, las del envoltorio, son más o menos evidentes dependiendo de los genes, de la alegría que le hayas dado a tu cuerpo Macarena y de los cuidados con los que lo hayas mimado y reparado.
Mejor no hablar de ellas. Las ves, están ahí, conviven contigo como “Los otros” y aprendes a detectarlas cada vez que te miras en el espejo.
Soy de las que opina que hay que saber envejecer. Cada arruga, cada cana, muestra el mapa de toda una vida vivida. Respeto a los que se afanan en aparentar diez años menos, pero no formo parte de su club.
Creo sinceramente que sobrevaloramos lo que fuimos en nuestra juventud. Nos gusta hablar de los sueños rotos y del ímpetu que teníamos a los veinte años, cuando todo estaba por llegar; de la ilusión que le añadíamos a cada decisión, a cada proyecto; y es cierto…a medias.
Porque a los veinte años
- Normalmente no nos conocíamos.
- Intuíamos lo que nos podría gustar y hacernos felices, pero teníamos serias dudas al respecto.
- Veíamos el horizonte allá a lo lejos y creíamos que, si le poníamos ganas, muchas ganas, y tiempo, mucho tiempo, conseguiríamos todo lo que queríamos conseguir.
Pero con cincuenta
- Sí o sí nos conocemos (aunque algunos no lleguen a hacerlo nunca, ya que mirar en el interior es un ejercicio complicado y en ocasiones doloroso; aceptar qué y quién eres puede no ser grato; enfrentarte a tus demonios menos aún) lo que nos hace más fuertes frente a las críticas.
- Tal vez aún no sepamos lo que nos gustaría hacer con nuestra vida, pero lo que tenemos claro es lo que no queremos en ella. Delimitamos. Diversificamos nuestra atención. Dejamos de ser lo que otros quisieron que fuéramos para centrarnos en lo que queremos ser ¡pese a quien pese!
- No estamos para tonterías. Atrás quedaron las alineaciones estratégicas sin condiciones ni condicionantes (pareja, amigos, trabajo…). Si quieres que te siga convénceme.
Porque ahora sabemos
- Que en el camino recorrido, aunque ha habido etapas estupendas, hemos perdido mucha vida en pos de objetivos profesionales y que el resultado no siempre ha hecho que mereciera la pena.
- Que, por desgracia, la meritocracia no es suficiente, ni lo más importante.
- Que el horizonte no es algo estático, sino que lo cambian de sitio constantemente.
- Que la energía no la dan los años, sino los sueños.
- Que hay muchas formas de esclavitud, y que por la «Libertad» se paga un alto precio.
Por todo ello ¡sí señor! la arruga es bella y sabia, muy sabia: serena, fortalece interiormente, permite tomar perspectiva y enseña a atrapar los momentos, porque sabemos que son fugaces y que viviéndolos nos acercamos a la ansiada felicidad.
R E C U E R D A:
La energía no la dan los años, sino los sueños #cita @IsabelJMuriel. Share on X
Hace unos días cumplí cincuenta años. ¡Madre mía! ¡Medio siglo vivido! Y qué mejor que aprovechar la ocasión para reeditar una entrada publicada inicialmente el 31 de octubre de 2013, en la versión del blog en Blogger.
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